lunes, 23 de noviembre de 2015

Entonces

Y entonces, sólo entonces,
cuando, a las dos de la mañana,
te lloro al filo de la cama,
cuando recuerdo, de sorpresa,
tu mano con la mía,
cuando un disco completo me habla de ti,
cuando los ojos,
estos ojos que se arrepienten
de haberte mirado a los ojos y haber callado,
me gritan el dolor que genera
tu mórbida ausencia en el interior...

Sólo entonces, ahí, cuando pierdo la razón,
cuando nada me gobierna,
cuando vuelvo a ser primitiva,
sólo entonces,
te odio.

Entonces es ahí, donde quisiera pedirte
que, de forma inminente y pronta,
mueras.
Por mi bien, por el tuyo, por el de ambos.

O quisiera al menos, poder pedirte
que terminaras de morir en mí,
porque, corazón,
ya casi te mueres,
aquí, donde me prometí que nunca morirías.

Entonces, cuando la razón me clama tu muerte,
el corazón me implora que te perdone la vida,
aunque seas puñal,
aunque seas veneno al alma

Es este corazón el que me pide,
me implora, que te salve.
Por ti, por mí, por ambos.

Pero, ¿cómo salvas a alguien que no quieres ser salvado?
No se puede.
Es nadar contra corriente.
Es como saltar esperando que te detengan.

Entonces, ahí en donde te odio,
quisiera pedirte que te perdieras,
pero ya estás perdido.
Te he perdido.

Entonces, cuando ante mí surgen
los mares de mi insensible imaginación,
cuando te concibo con ella
(porque, aunque no lo digas,
aunque te calles, sé bien que ella está),
me gustaría implorarte,
no me dejes...

Es entonces, donde percibo,
cruda mi verdad,
que nunca me dejarás,
porque nunca has sido mío,
siempre de otra, jamás de mí,
que nunca te salvaré,
porque no quieres que nadie te salve,
que nunca morirás, porque, tal vez, en el fondo,
has muerto,
que nunca estarás conmigo,
porque yo sólo suplo
a aquella con la que tu corazón está...

sábado, 7 de noviembre de 2015

Universo Paralelo

Me despierto en mitad de la noche, corazón
y me busco el corazón.
No lo tengo, no está.
Y recuerdo donde está.
En lugar de estar aquí, a mi lado,
está allá, contigo, velandote el bendito sueño.
Dichoso él, porque puede estar a tu lado
sin necesidad de estarlo.

Me levanto de la cama,
corro al espejo,
me miro, me observo,
me analizo,
la analizo.

¿Quién es? ¿Quien soy? ¿Somos la misma?

La chica del espejo me mira.
Le pregunto si somos la misma,
me lo niega, me lo grita,
me desconoce.

La misma ropa,
el mismo cabello,
los mismos ojos, marrones, ojerosos,
la misma boca divina.
Cualquiera diría y daría su fortuna
en demostrar que somos la misma.
Pero solo es un reflejo.

Universos paralelos.

Me escanea, se escanea,
insiste, recalca las fallas.

No, no somos la misma.

Ella es mi universo paralelo,
ella es yo, pero hace unos años.
Lo veo en sus ojos, su boca me lo grita,
las uñas lo declaran,
el pelo lo reafirma.

Le veo la esperanza del primer amor en la boca.
Los ojos desbordan inocencia,
las manos me dictan de su ansiedad,
su cabello... su virginidad.

Ella es yo, pero antes de conocerte.

Me pregunta ¿porqué?
¿Porqué qué?

Me pide explicaciones acerca de porque,
de forma voluntariamente aceptada,
me entregué a las garras del León,
a sus fauces, a su mente.
Y no respondo.

En el fondo yo también me lo pregunto.

En el fondo quiero saber como es su vida,
como es su corazón,
allá, en mi universo paralelo...