Me despierto en mitad de la noche, corazón
y me busco el corazón.
No lo tengo, no está.
Y recuerdo donde está.
En lugar de estar aquí, a mi lado,
está allá, contigo, velandote el bendito sueño.
Dichoso él, porque puede estar a tu lado
sin necesidad de estarlo.
Me levanto de la cama,
corro al espejo,
me miro, me observo,
me analizo,
la analizo.
¿Quién es? ¿Quien soy? ¿Somos la misma?
La chica del espejo me mira.
Le pregunto si somos la misma,
me lo niega, me lo grita,
me desconoce.
La misma ropa,
el mismo cabello,
los mismos ojos, marrones, ojerosos,
la misma boca divina.
Cualquiera diría y daría su fortuna
en demostrar que somos la misma.
Pero solo es un reflejo.
Universos paralelos.
Me escanea, se escanea,
insiste, recalca las fallas.
No, no somos la misma.
Ella es mi universo paralelo,
ella es yo, pero hace unos años.
Lo veo en sus ojos, su boca me lo grita,
las uñas lo declaran,
el pelo lo reafirma.
Le veo la esperanza del primer amor en la boca.
Los ojos desbordan inocencia,
las manos me dictan de su ansiedad,
su cabello... su virginidad.
Ella es yo, pero antes de conocerte.
Me pregunta ¿porqué?
¿Porqué qué?
Me pide explicaciones acerca de porque,
de forma voluntariamente aceptada,
me entregué a las garras del León,
a sus fauces, a su mente.
Y no respondo.
En el fondo yo también me lo pregunto.
En el fondo quiero saber como es su vida,
como es su corazón,
allá, en mi universo paralelo...