Ya entendí, amor, que hoy
me dijiste "adiós",
pero sé que,
tarde o temprano,
terminaras volviendo a mi.
¿Prepotencia? En lo absoluto.
Es el hecho de que te conozco
como a la palma de mi mano.
Como a la palma de mi mano,
así de bien te conozco.
Haría falta solamente su rechazo
para que tú volvieras a mi.
Haría falta sólo un momento
de sublime debilidad
para encontrarte postrado ante mi.
Haría falta que pisaras
a tu infame orgullo,
que acribillaras a tus miedos,
únicos culpables de mi dolor,
para que volvieras a mi
e imploraras que mirase
al mortal parásito que se arrastra
suplicando la atención
de la tierna rosa de vivo carmín.
Haría falta eso,
para que, sin prejuicios, volvieras
en plena libertad al arrullo de mis brazos.
Haría falta eso
para que yo pudiera
tenerte una vez más.